Fotografías

viernes, 15 de julio de 2011

Experiencia mística con Mark Rothko


Londres. TATE Modern. Una lluviosa tarde de sábado en la que el mejor plan alternativo es un buen atracón de arte contemporáneo, y además gratis. Después de presenciar obras de Picabia, Dalí o Pollock, el museo ofrece una única sala que alberga una serie de cuadros un tanto especiales.

En unos 150 metros cuadrados y bajo una luz tenue distinta a la del resto del museo, (aspectos escenográficos que el artista cuidaba especialmente), están los cuadros del letón Mark Rothko, los cuales conforman una experiencia única que envuelve a los allí presentes.

Es aquí donde comienza un encuentro cuadro-persona, en cual será más íntimo cuanta menos gente haya alrededor. Y es que la observación de estas obras de grandes dimensiones implica una relación cautivadora con unos cuadros que destacan por la ausencia de representaciones figurativas y el predominio del color frente a la forma.

Quien se atreve a traspasar la frontera y se adentra en la sala Rothko, sabe que va a comenzar un viaje de abstracción en el que es preciso pararse, dejar la mente totalmente en blanco y simplemente dejarse seducir por el cuadro hasta notar cómo nuestros sentidos se sumergen en unos colores infinitos. En algunos momentos parece que el cuadro levita y pretende llevarnos con él a otro espacio. Solo la obra y su observador. Es mejor que solo haya un espectador por cuadro, ya que es un trayecto completamente individual en el que nada ni nadie debe interrumpir la experiencia. También es preciso una fusión espiritual con el arte que se nos está mostrando.

En las obras de Rothko existe un dominio sensitivo del color. Parece que los colores, dentro de su gran contraste (naranjas con azules o rojos con negros), se entremezclaran formando un todo gracias al peculiar trazado del color y a un difuminado de las líneas que separan de manera especial un tono de otro.

En estos cuadros no hay formas ni pensamiento formal; la mente solamente fluye y se deja llevar por las emociones y la espiritualidad.

El valor que tiene la obra más allá de las opiniones acerca de la simplicidad que aparentemente pueda presentar, es incalculable. Se trata de una obra que posee un carácter complejo y que esconde un componente de atrevimiento al enfrentarse a un público exigente con una obra aparentemente sencilla en un momento en que en el arte ya estaba casi todo hecho.

Obra de Mark Rothko

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